miércoles, 17 de agosto de 2016

Prólogo

Me siento en mi cama para escribir estas lineas, las sábanas están frías y a través de la ventana puedo observar a la gente.

Me fijo en los pequeños detalles, esos que a la mayoría se les escapan. Me doy cuenta que hay personas que van con prisa sin ni siquiera mirar a sus alrededores, otros que sonríen de la nada al leer algo en su móvil y otros como yo que sacan los auriculares del bolsillo los conectan al teléfono y se olvidan de la vida por un rato.

Quito la mirada de la ventana y me pongo a observar a Estrella, como siempre está acostada al pie de mi cama.
La miro detenidamente y me queda claro que a un animal se le quiere como a una persona o incluso más.

Recorro con la mirada las paredes de mi habitación, como suelo hacer la mayoría de mis noches y observo que a un lado tengo colgadas muchísimas cartas de incluso gente que ya no está en mi vida, pero que cuando lo estuvieron me hicieron muy feliz.
Me gusta que la gente me dedique cosas, pienso que de vez en cuando a todos nos gusta sentirnos un poco queridos.

Sigo con mis nublosos pensamientos y me percato de que hoy soy feliz sin ti, aunque a veces te cueles entre recuerdos siempre te agradeceré el que me hayas hecho ver que primero tengo que quererme a mí, ya que nadie lo hará por mí.

El amor es el motor en esta vida, pero sobre todo el amor propio.

Esas noches donde el mundo duerme, pero tu mente no. Donde pensamos en gente que ya no está o que nunca estuvo, o porque no, recordar un momento donde fuiste muy feliz.
Nunca podemos dejar la mente en blanco, ya que siempre hay algo que sea bueno o malo está dando tumbos por ahí.

Por eso pienso que somos una fábrica de momentos.


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